Sembrando sueños: Un viaje hacia la maternidad

Mi nombre es Karol y hoy quiero compartir con ustedes mi historia, una historia que me ha marcado como mujer, como madre y compañera. Un viaje lleno de emociones, desafíos y, sobre todo, esperanza. La historia de cómo mi sueño de ser madre se hizo realidad, primero en mi corazón y luego, con la ayuda de la ciencia, en mis brazos.

Cuando conocí a Manuel, jamas imagine la vida que construiríamos juntos, en la universidad cada uno transitaba su propio camino.  Sin embargo años después nuestros destinos se reencontraron y descubrimos un universo de sueños, anhelos y valores compartidos.  Fue así como iniciamos la aventura más grande de nuestra vida, un camino que con mucho amor e ilusiones construimos que también tuvo algo de espinas y lágrimas, y hoy nos condujo al tesoro más preciado: nuestra familia.

Al decidir formar una familia, emprendimos el camino que la mayoría recorre: esperar con ansias la noticia de un embarazo. La ilusión de la maternidad se nos presentaba como un evento natural, tal vez inesperado. Sin embargo, los meses se convirtieron en años, y nuestro anhelado embarazo no llegaba.

Ante la realidad de la infertilidad, acudimos a profesionales en busca de respuestas. Tras recorrer un camino desalentador, donde incluso se nos sugirió la ovodonación, encontramos nuestro refugio en un centro de fertilidad que se convirtió en nuestro hogar durante varios años.

Durante el primer mes de tratamiento, un milagro se gestó en mi vientre. Un retraso en mi ciclo menstrual y la confirmación de un beta positivo me inundaron de la mayor felicidad que jamás había experimentado. Cosito, como cariñosamente lo llamábamos, había llegado a mi vida. Durante las primeras semanas, me sentí plena y radiante. La primera ecografía se convirtió en un momento cumbre para conocer a ese pequeño ser que llenaba mi alma de luz y esperanza.

Sin embargo, el destino nos tenía preparada una cruel sorpresa. Un hematoma en mi útero y la cruda sentencia del radiólogo: “No hay viabilidad, el saco gestacional está irregular y lo va a perder”. Un “lo siento” que no pudo aliviar el dolor inmenso que nos embargó. Cosito llegó a nuestra vida para enseñarnos a valorar lo verdaderamente importante, a comprender que siempre tendremos una estrella en el cielo recordándonos que el motivo de nuestra felicidad es nuestra familia.

A pesar de la frustración, las dudas, los miedos y las inseguridades que me asaltaban, la esperanza se reavivó al descubrir que la fertilización in vitro era otra opción. Un camino aún más arduo, tanto física como emocionalmente, marcado por inyecciones diarias, exámenes constantes y ecografías. Un proceso riguroso y disciplinado, pero también impregnado de una renovada esperanza.

En este camino no estuve sola. Mi compañero de vida, mi roca, mi confidente, se convirtió en mi mayor apoyo. Su amor incondicional, su paciencia y su fortaleza me impulsaron a seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles. A pesar de que muchas parejas que enfrentan la infertilidad ven deteriorarse su relación, Manuel nunca me juzgó, siempre estuvo a mi lado.

La espera fue larga e intensa, cada día una montaña rusa de emociones. La esperanza luchaba contra el miedo, la alegría contra la incertidumbre. Iniciamos nuestro primer ciclo de FIV. Recuerdo las palabras del Dr. Mendoza: “Solo se necesita un huevito”, mientras que las redes y el Dr. Google sugerían la recolección de 7 óvulos. A pesar de mi esfuerzo y dedicación, solo obtuve 3. Sin embargo, desde el primer momento, pedí la guía y el apoyo de Dios, la Virgen y el Divino Niño. En cada etapa del proceso, su presencia era palpable, guiando las manos del Dr. Mendoza y la Dra. Ángela. Y así, el 31 de diciembre de 2019, recibimos la noticia más esperada: ¡estábamos en embarazo! Las lágrimas de alegría brotaron sin control, inundando mi rostro y mi corazón. Un sueño que por tanto tiempo parecía inalcanzable se convertía en una hermosa realidad.

Nueve meses de embarazo que fueron un torbellino de emociones, cada día más real, más tangible. Sentía latir su corazón dentro de mí, veía su pequeña forma en las ecografías, imaginaba su rostro, su sonrisa. Mi bebé ya estaba aquí, creciendo dentro de mí, llenando mi vida de un amor incondicional e indescriptible. Y sí, llegó lo inesperado para todo el mundo: una pandemia. En septiembre de 2020, en pleno pico de contagios, se acercaba el día del parto. Un momento mágico, lleno de nerviosismo, emoción y una felicidad indescriptible, pero también marcado por la ansiedad de que todo saliera bien bajo las restricciones de la situación.

En ese instante, cuando por primera vez sentí a ManuelJosé sobre mi pecho y vi a Manuel sostenerlo por primera vez, el mundo se detuvo. Un torrente de emociones me inundó: la culminación de un largo anhelo, el agradecimiento por la vida y la bendición de tener a mi hijo conmigo.

 Mi viaje hacia la maternidad no fue fácil, pero cada obstáculo, cada lágrima, cada momento de duda valió la pena. Hoy, soy una madre orgullosa, agradecida y llena de amor. He aprendido que la fuerza interior y el apoyo de quienes nos aman son los pilares fundamentales para alcanzar nuestros sueños, incluso aquellos que parecen imposibles.

A todas las mujeres que luchan contra la infertilidad, quienes en su corazón anhelan que sus brazos se llenen, o quienes tienen hijos en el cielo, les digo no están solas. No se rindan, confíen en su fuerza y en el poder del amor. La maternidad es un sueño que puede hacerse realidad, con la ayuda adecuada y la esperanza intacta.

Y a los padres que acompañan a sus parejas en este camino, les quiero agradecer su amor incondicional, su apoyo y su fortaleza. Son piezas fundamentales en este viaje, y su presencia es invaluable.

Mi historia es un testimonio de esperanza, de lucha, agradecimiento y de amor. Un recordatorio que los sueños, incluso los más difíciles, pueden hacerse realidad con perseverancia, fe, la ayuda adecuada el apoyo de quienes nos rodean.

Hoy, ManuelJosé llena nuestros días de alegría y amor. Y aunque nuestro camino tal vez no fue el convencional, sembramos sueños en la tierra fértil de la esperanza, y ahora cosechamos la dicha de ser padres de 2 maravillosos hijos, ManuelJosé el hijo que nació primero en mi corazón y mi sueño hecho realidad y Héctor Emilio mi regalo de Dios y vaya que regalo, pero eso será otro capítulo.

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